Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

Corrupción en el mundo del arte

 

Un caballo de paso fino en Colombia se puede negociar hasta por un millón de dólares,  transacción que usualmente se hace sin pagar un solo peso en impuestos. De la misma manera, ni los artistas ni las galerías ni las casas de subastas hacen visibles sus movimientos ante los reguladores públicos y gubernamentales. A este tipo de economía se la llama economía informal, pues no se registra.

No solo no se registra, sino que además existen lugares prácticamente libres de impuestos, paraísos fiscales, zonas francas, donde es “legal” guardar las obras de arte. Allí los comerciantes las esconden el tiempo que consideren necesario, las mueven de manera invisible por el mundo entero, claro, de una zona franca a otra, y evitan pagar todo tipo de impuestos.

Las obras de arte sirven para lavar activos, pues el precio es altamente modificable, ya que no tiene parámetros fijos. Alguien puede alegar que la pintura enrollada que lleva en la maleta vale 30 dólares, cuando en realidad son 300. Un caso escandaloso ocurrió con una pintura de Jean-Michel Basquiat, cuyo valor en la aduana fue reportado en cien dólares. La pintura viajó de Londres a USA, pero el valor real de la pintura era de ocho millones de dólares.

Una persona que quiere vender una casa puede ponerle el precio que quiera, pero el municipio cobra unos impuestos independientemente del precio que la persona decida. El valor de una propiedad se mueve dentro de un margen, y una vez esté determinado su valor comercial, no importa si regalas la propiedad, por ejemplo a un hijo, pues de todas maneras, para cambiar de propietario, vas a tener que pagar impuestos por ese valor adjudicado. En cambio, las obras de arte y los animales domésticos no tienen valor comercial. El municipio no pasa una cuenta de cobro por los caballos pura sangre que un finquero tiene en su hacienda, aunque valgan muchísimo más que la finca misma. Cuando una persona vende un caballo, una vaca, la venta no queda registrada.

El precio del arte se presta para especulación, varía según el “marrano”. Este es uno de los productos humanos que todavía gozan de ese tipo de “libertad”; por tanto, se convierten en objetos ideales para los atracadores de cuello blanco. Lo más importante para un especulador es contar con lugares seguros y libres de impuestos donde almacenar las piezas, y así esperar a que estas suban de precio en el mercado. Unos datos que dicen mucho sobre el tema: la zona franca de Ginebra es del tamaño de veintidós campos de fútbol, y la están ampliando otros 40.000 metros cuadrados. Un solo hombre, Yves Bouvier, es dueño de las zonas francas de Luxemburgo, Mónaco y Singapur; y es el mismo tipo que fue acusado de fraude en la venta de un cuadro de Picasso. Según The Economist, en las zonas francas de Ginebra y Zurich puede haber 10.000 millones de dólares en pinturas, esculturas, joyas, alfombras y otros objetos de lujo. (https://www.artsy.net/article/artsy-editorial-freeports-operate-margins-global-art-market).

El mes pasado, el Departamento de Justicia de los Estados Unidos solicitó la incautación de obras de Pablo Picasso y Jean-Michel Basquiat, supuestamente compradas con dinero robado del fondo del 1MDB (1Malaysia Development Berhad). A los millonarios del arte les queda fácil hacer sus fechorías, pero afortunadamente son pocos.

 

 

 

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