Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

Cambios pequeños con buenas consecuencias. Defectos de diseño en los mercados

A los diseñadores les debemos muchas de las comodidades del mundo moderno. Entrenar la mente para idear cambios en los diseños es algo que se debería enseñar en los colegios. Se trata de ser críticos, de ser creativos respecto a los objetos que nos rodean, se trata de adiestrar la capacidad de hacernos preguntas: cuál es la función de este objeto, cómo se limpia, cómo se comunica conmigo: qué tan sencillo o complicado es de operar, qué espacio ocupa, qué tan resistente o frágil es, cuáles son sus puntos débiles. Así, de cambio en cambio, puede mejorar nuestra relación con los objetos, con los espacios, con los servicios; así estamos prestos a hacer variaciones cada vez que el entorno lo demande. Para los dueños de los negocios el ojo crítico es una necesidad en un mundo cada vez más competido.

Ciertos cambios se demoran mucho y no nos explicamos el por qué. A las maletas les pusieron dos ruedas primero, y fue hace muy poco tiempo, y las campeonas de hoy son las de 4 ruedas, manejables, muy cómodas de trasportar en los aeropuertos. Por muchos años los patines tenían cuatro ruedas dispuesta en la forma en que están en los automóviles. No hace mucho, a alguien observador y creativo se le ocurrió disponerlas en fila, similar a los patines para el hielo, y hoy son los campeones en todas las competencias, y en el jockey también.

Son muchos los malos diseños con los que interactuamos; pero hoy me dedicaré solo a los supermercados, a presentar algunas ideas tendientes a mejorar los servicios al cliente.

Los mercados son puntos de encuentro de casi todos los ciudadanos. Para comenzar, no se entiende por qué sus gerentes no exigen a los proveedores que sus productos tengan un código de barras fácilmente legible. Cuantas veces la velocidad de la compra se ve reducida notablemente por culpa del ilegible código de barras, o porque no está disponible en un lugar cómodo, o no aparece repetido en varias partes del empaque con el fin de que el cajero acierte sin demasiados ensayos; se pierden segundos preciosos del empleado al que lo espera una fila larga de mercancías y de compradores. Pues bien, el supermercado y el cliente pierden segundos precioso mientras el empleado digita los diminutos números que la máquina no pudo leer.

Siguiendo con el tema: ¿no creen ustedes que las escobas son demasiado largas para la población promedia colombiana? ¿Por qué no se ofrecen en dos tamaños: el actual y uno más corto, quizá unos 20 centímetros menos. Se economiza madera, se salvan árboles y se hace más cómodo el trabajo de barrer y trapear. También, las escobas y trapeadoras deberían estar expuestas cerca de las cajas, pues transportarlas por el mercado es un peligro ya que puede uno aporrear con la punta de los palos a los clientes, o los carritos debería poseer un porta escobas diseñado de tal forma que estas quedaran verticales e inofensivas.

Por otro lado, los carritos son demasiado anchos para el tamaño de los pasillos, y cuando te encuentras con otros de frente o estacionados debes esperar, el verbo más conjugado en el mercado, especialmente cuando es día de descuentos. ¿Por qué no son más angostos y largos? ¿Por qué en algunos supermercados muy populares no hay un buen surtido de tamaños de los carritos, dado que no siempre nuestro mercado es de gran volumen? De paso, las canasticas con ruedas, aunque cómodas por su tamaño, tienen el inconveniente de que al llenarlas, los objetos de encima terminan por dañar aquellos que son delicados y están situados en el fondo.

Y, ¿qué se puede decir de las cantidades? En el mundo moderno cada vez hay más personas que viven solas, o las familias ya no tiene el tamaño de antaño, así que las bolsas de pan, el queso o las galletas y tantas cosas más vienen en cantidades mucho mayores que las necesitadas para el consumo de pocas personas.

En los estantes de frutas y verduras se acomodan demasiadas unidades, así que no es raro que al tratar de seleccionar algunas, rueden otras por el suelo. Quizá a los separadores de los estantes les falte una mayor altura, y tal vez falte un separador, para disponer los frutos maduros separados de los verdes. Parece necesario también que los empleados de las cajas reciban un entrenamiento en el reconocimiento de frutas y verduras; o en su defecto, tener a su disposición una página impresa con las fotos y el código correspondiente. Se pierde tiempo preguntando qué fruta es y qué código le corresponde.

Y la ida al supermercado en Medellín es imposible. Aplicando esta mentalidad de “diseño” se pregunta uno por qué en los arreglos de las calles y carreteras, se descuidan puntos como la importancia de que la mitad de la vía que va a quedar en servicio se mantenga en excelente estado, y en cambio, casi siempre las encontramos con montículos y huecos, que nos hacen disminuir considerablemente la velocidad, ya de por sí disminuida por el hecho de tener que canalizar dos vías en una. Al menos debería esa única vía poderse transitar con eficiencia y rapidez. Pero no, por lo visto a la lentitud obligada nadie le presta atención, para agilizarla y evitar el calvario de hacer un recorrido por esta ciudad.

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