Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

Apología de las tijeras

¡Ay las tijeras!, tan útiles, sencillas y geniales. Entre los artefactos humanos algunos parecen más descubiertos que inventados, como ocurre con las tijeras; entre otras cosas, porque se han mantenido casi idénticas por siglos. Los griegos en la antigüedad ya las conocían, parece que existen desde la edad de bronce. ¿A quién se le ocurriría una idea tan simple y práctica? Dos hojas de metal del mismo largo, superpuestas, con un pin entre ellas para que abran y cierren sin soltarse, y al cerrar corten. Después vienen los ojales para introducir en ellos los dedos índice y pulgar, ojales cuyo tamaño cambia según la función.

¿Cuantas tijeras debería haber en una casa? Hagamos la cuenta. En la mesa de noche van las tijeras para cortar los uñeros, imprescindibles pues el cortaúñas no las remplaza bien. En el escritorio, las tijeras para cortar papel, abrir un sobre, recortar las cintas y papeles de los regalos. En el costurero, las pequeñitas para cortar una hebra de hilo: recortarla halando hace que la hebra se desmeche, lo cual complica horriblemente el proceso de ensartarla en la aguja. Tijeras para recortar la hebra después de hacer la última puntada que dejó sujeto el botón.  De dos tipos en el cajón del baño: para recortar los pelitos que están de más y para recortar el pelo. Muy útiles en el baño también para cortar el duro nylon que va insertado con las etiquetas, en las prendas nuevas. Las que van en la cómoda, más grandes para cortar un pedazo de tela, para separar una noticia del periódico, un cupón, para recortar el crucigrama. Las podadoras, para los que tiene plantas. En la cocina se necesitan al menos de dos tipos: las regulares y otras para despresar aves. Las regulares se necesitan para abrir las decenas de distintos empaques: cortar las puntas de las bolsas de la leche y del jabón, las puntas de los empaques de cartón, hilos, cintas y papel. Increíblemente eficientes son los nuevos diseños de las tijeras para despresar pollos y cortar con facilidad los huesos (se concentran no en las hojas sino en el tamaño de los ojales, para aplicar más palanca con los dos mismos dedos). Las Joyce Chen 51-0621 son unas tijeras pequeñas con cara de nada,  no obstante, el asombro es absoluto cuando al cortar el pollo este cede ante ellas como si fuera de plastilina.  La décima tijera es la que no hay que buscar por toda la casa, la que permanece sujetada con una cadena a algún lugar, la imperdible, la que nadie puede colocar en el escondite, la fija, la segura.

joyce chen

 

Joyce Chen 51-0621

Hay quienes tienen tijeras para cortar metales; las cizallas, para cortar el candado de la bicicleta del vecino, una reja u objetos casi imposibles de cortar, tijeras que solo sirven para hacer un poema Dadá, las de los cirujanos y las de los peluqueros especializados con sus sicodélicas formas. Esas son las de los especialistas. Alrededor de diez es el número que debería haber en casa de este objeto tan fútil, te este objeto tan útil.

Quien no recuerda el sonido, shak shak shak, que hacían al cortar geométrica y perfectamente las telas del almacén Exito, las tijeras grandes, pico de pato.

Un poema que me encontré sobre tijeras.

Tus tijeras

 

Se inspiraron en ti

los tijereros,

los sastres, los barberos, los quirurgos,

tras ver tus piernas largas y afiladas

que en su perno de un alma, la mía,

se apropiaban.

O tus piernas, tal vez,

en las tijeras se inspiraron para

hacerme zancadillas por la espalda,

para cortar mi aliento

y tronchar mi esperanza.

 

Propongo que juguemos

“piedra, papel, tijera”,

y si ganas me cortas la cabeza

o al menos el cabello,

o si quieres las uñas o el prepucio,

y si gano me abres tus tijeras

y no las cierras más,

hasta que esta mi piedra se haya vuelto

frágil como la tira de papel,

floja como la tela que has cortado,

incorpórea como aire o como alma,

en el frío vacío entre dos dagas

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