Blog de notas

Publicado el Vicente Pérez

La JEP: un quiste para el gobierno

Colprensa. Archivo.

Es obvio que entregar un nacional propio para que lo juzgue un Estado extranjero es renunciar en parte a la soberanía, al poder supremo sobre el cual no hay otro (poder ideal, irreal en este mundo), es, sobre todo cuando se trata de un nacional que también ha cometido delitos en la tierra patria, preferir que sea otro el que ponga las cosas en orden, así sea en la distancia, por incapacidad o desidia propia. Esto es lo que viene pasando en Colombia hace treinta años, espantados por el fantasma del capo que empezó a señalar el camino a los más recientes criminales (ni desde la celda se puede controlar al criminal, aun peor, se le ofrece una plataforma para hacer de su negocio una industria delictiva), se han extraditado sistemáticamente colombianos a los Estados Unidos, como lo ha señalado recientemente Caballero, por el único delito de lesa majestad en el mundo (para los latinoamericanos): el tráfico de drogas estupefacientes. Hay otro delito de orden mundial para perseguir al mundo más desarrollado (Rusia, Australia, Noruega, etc.), el de ciberespionaje, pero de eso poco sabemos acá (de drogas y de muertes, en cambio, un poco más).

Que el acuerdo de extradición funcione principalmente en un solo sentido (y no porque los gringos no cometan delitos en Colombia), que hoy ya no sea la celda gringa peor castigo que la casa por cárcel colombiana, que se dejen en la impunidad (y, peor, en la ignorancia) delitos violentos sucedidos en Colombia, digamos que ya no importa. El acuerdo existe, funciona, y parece que eso le genera la simpatía a Colombia de su socio (mayoritario) del norte. Y así ha sido porque lo han aceptado dócilmente, de buena gana y hasta con ganas, como parece así sentirlo el expresidente Uribe Vélez, hoy cabeza del Congreso, las tres ramas del poder, llamémoslas las tres ramas legítimas del poder público: ustedes saben cuáles son. Ahí no están ni los periodistas, ni las redes sociales, pero venga, tampoco la JEP.

A propósito, que me ilustren los constitucionalistas: ¿la JEP es parte de la Rama Judicial o es un órgano especial? ¿Independiente, puede decirse, como el Banco de la República? Me parece que está por fuera del Judicial, y por supuesto, agarrada de los pelos con el Ejecutivo y el Legislativo. En fin, atrás he debido mencionar entonces a las cuatro ramas del poder si no fuera porque esta última, la JEP, poder tan autodesignado como el de Guaidó en Venezuela, no gusta de la extradición, la rechaza y además pega un grito antiimperialista como los que no se han visto en Colombia jamás salir de una autoridad pública, como acaba de hacerse con el caso del comandante Santrich.

Dice la JEP, tribunal equitativo de proyección política que funciona por medio de comunicados de prensa y redes sociales, que la investigación y el proceso de extradición contra Santrich fue una atarbanada de la Fiscalía y del Departamento de Justicia gringo, y que por eso ordenó compulsar copias contra los primeros por la violación de “derechos y garantías fundamentales de los ciudadanos [del ciudadano comandante] y afectación de la soberanía nacional”. ¿Soberanía nacional? Ay, la JEP hablando de soberanía. Pues claro, porque soberanos son ellos, los magistrados autocompuestos. ¿O quién los eligió? ¿Ustedes vieron al Congreso (por quienes votamos para que voten por nosotros, verdad es) elegir a la doctora Linares presidenta de la JEP? (un “presidente” que no es magistrado, porque esto es como otro poder, en serio), ¿no lo vieron? Pues porque no sucedió, porque nadie con ninguna legitimidad política eligió a la JEP, porque los eligió una comisión de sabios sacados de sus casas y con esa bendición ha sido suficiente para que sobre vivos y muertos se levante una jurisdicción.

No me incomoda la JEP, creo en la justicia especializada dentro de la justicia transicional, pero me parece inaceptable que un tribunal llamado a juzgar penalmente a los ciudadanos de un país no tenga un origen legítimo. Y digo legítimo desde lo político y no desde lo epistemológico, porque la legitimación que da la verdad es otra cosa, es la misma legitimación de la Historia (vista del lado correcto de esta), y si bien allí puede haber razón (y creo que en la JEP la hay) le queda faltando una pata a la silla.

Pero esto, en cambio, sí explica la sacudida cerril de la JEP ante el gobierno americano. ¿Se está revelando Colombia, el aliado eterno? No, no es su Estado ni su institucionalidad, la que siempre ha estado vendida o regalada (cuestión de beneficio o de conciencia) a los intereses americanos. Es un quiste, un lunar, como una verruga benigna que luego el oncólogo detecta, incrustada en el corazón de las instituciones, que tiene unos fundamentos políticos y jurídicos, y una agenda social definida distintos de lo que buscan los gobernantes respaldados por el voto y no por la razón (digámoslo: ideología). ¿Quién tiene la razón? Con todo, digo que la JEP.

Y mientras tanto, mientras el nuevo gobierno aliado cae a la lona con un ojo moreteado y el otro a punto de impactar por el fallo del Constitucional en el caso de las objeciones, el señor Fiscal Martínez Neira renuncia a los colmillos del Leviatán para ponerse de nuevo su sonrisa humana, postiza y calculada: la que le servirá para ser Presidente antes de que nos demos cuenta.

@VicentePerezG

Comentarios