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Timonazo al proceso de paz

Por: Camilo Arango (@camiloarangoo) y Laura Gallego (@lauragallegom)

Días contradictorios se viven en relación con el proceso de paz con la guerrilla de las FARC. La confianza depositada por el pueblo colombiano en las últimas elecciones presidenciales, ha reducido en buena forma luego de varios eventos desafortunados ocurridos en las últimas semanas. Los dos últimos meses permiten construir argumentos en favor y contra de la continuidad de la construcción de un escenario de paz por la vía de la negociación, pero el acuerdo al que todos podríamos llegar es que se requiere cada vez más del liderazgo del presidente para la toma de decisiones arriesgadas como las anunciadas durante la última semana.

El mes de abril inició con la suspensión del cese al fuego unilateral por parte de las FARC, hecho que nos recordó el rostro más salvaje del conflicto armado en Colombia con la muerte de 11 soldados en un total desconocimiento de las reglas mínimas de la guerra. Aunque como toda noticia que debería llamarnos a la reflexión, la discusión mediática se centró en el debate entre gobierno y oposición sobre la continuidad o no de los diálogos hasta ser remplazado por cualquier otro tema de coyuntura quizás más o menos grave, y la respuesta del gobierno fue ordenar la reanudación de los bombardeos el mismo 15 de abril día del ataque, solo un mes y cinco días después de haber ordenado su suspensión.

Luego llegó la noticia de los avances del gobierno nacional para la instalación formal de una mesa de negociaciones de paz con la guerrilla del ELN por la vía más inadecuada, una filtración de información en medios de comunicación, y para que no dejara de ser igualmente polémico, la discusión se volvió a centrar entre gobierno y oposición sobre la pertinencia o no de la reunión llevada a cabo entre los comandantes de las FARC y del ELN con el beneplácito del Presidente. De nuevo se cuestionó de parte de algunos sectores la presunta permisividad del gobierno en relación con estos encuentros, cuando en realidad fue la inadecuada comunicación de los avances a la opinión pública lo que puso en riesgo la oportunidad histórica de sumar a otro actor armado a las negociaciones.

Finalmente en los últimos días se han hecho anuncios por parte del mismo presidente que dan cuenta de la necesidad de dar un nuevo impulso al proceso para mostrar resultados en el corto plazo. Primero la designación de Luis Carlos Villegas como nuevo ministro de defensa, en reemplazo de Juan Carlos Pinzón. Se va el ministro que hizo bien la guerra, porque la paz se está negociando en medio del conflicto, pero se va después de cumplir un complejo rol al frente de la cartera de defensa donde tuvo que llevar un discurso contradictorio al de la paz que lidera el Presidente. Llega un nuevo ministro y con él un cambio de discurso y relacionamiento con las Fuerzas Militares de cara a un eventual posconflicto, y la necesidad de respuestas a las preguntas obligadas que genera el hecho de contar con uno de los ejércitos más numerosos de la región en un eventual escenario de paz. Llega en un momento clave para consolidar los acuerdos en las regiones con todos los sectores, pero en especial con el sector privado formal, para la construcción de un escenario de posconflicto sostenible en el tiempo, tarea para nada sencilla.

El día de ayer se anunció la designación de la canciller Olguín y de Gonzalo Restrepo como nuevos miembros del grupo negociador en La Habana. La presencia de la primera tiene especial relevancia de cara a las tareas que deberá asumir su despacho para el sostenimiento de los apoyos internacionales al proceso, y la verificación del cumplimiento de las responsabilidades jurídicas resultantes de las normas internacionales ratificadas por Colombia en el escenario negociado. Adicional al reto de la refrendación interna de los acuerdos, Colombia se expone a la lectura de terceros estados y actores del derecho internacional para el cumplimiento del acuerdo definitivo de paz, sin que ello suponga un incumplimiento a los compromisos internacionales a los que se sometió.

El proceso de paz sigue viviendo días difíciles, y el Gobierno así lo ha confirmado con las medidas y los nombramientos realizados. Cada paso puede resultar tan estratégico como errado si no alcanza resultados en el corto plazo porque los últimos meses han reducido la confianza de los colombianos en el proceso, y ante la necesidad de un apoyo masivo para su refrendación, la pérdida de confianza y esperanza en la firma del acuerdo de paz y sus contenidos pone en riesgo la aprobación final del acuerdo por parte de los colombianos. El Presidente ya se jugó sus cartas.

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