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Petro: con señas de tirano

Por: Sebastián Díaz López (@sebastiandiazlo)

El alcalde Gustavo Petro, desde antes de llegar al Palacio Liévano, se mostraba como un defensor de las minorías. Cuando el procurador lo inhabilitó y destituyó utilizó todos los mecanismos jurídicos nacionales e internacionales para frenar esa destitución. Le funcionó, no sin antes quedar con la imagen de mártir perseguido por los mismos que, según gritó en el balcón de su despacho, han gobernado este país durante décadas. Dejó en el aire que la izquierda, la oposición y las minorías  –como él- no tienen garantías en este país.

“Quiero que Bogotá se levante indignada esperando la solidaridad latinoamericana. Un movimiento de solidaridad con la Bogotá Humana para que aquí el fascismo se detenga”, dijo en diciembre de 2013, días después del fallo de Ordóñez.

Lo que no me queda claro es cómo un alcalde que funge como víctima y perseguido ha querido vulnerar el derecho de otras minorías, por ejemplo los taurinos, y cómo, aduciendo a su propio capricho, dice cuándo y cómo los bogotanos pueden usar o no su carro, su moto.

Yo no estoy de acuerdo con las corridas de toros, pero así como digo eso también digo que prohibir un evento de una minoría debería ser decisión de la ciudadanía y no de una sola persona, que –como todos- obedece a sus gustos y principios. Algunos petristas alegan que el alcalde no prohibió las corridas, sino que no renovó el contrato que permitía alquilarle la Plaza de Toros a los empresarios de la tauromaquia. Eso es un eufemismo caprichoso muy común entre quienes celebran las críticas a sus contendores y enemigos políticos, pero que cuando lo hacen con ellos ahí sí es persecución política y arguyen la falta de garantías.

Otra situación parecida sucede con el día sin carro ni moto en Bogotá. La semana pasada se llevó acabo en medio de críticas. Al final, la jornada terminó sin mayores complicaciones. Pero mucho va que sea una vez al año, a que ahora al alcalde Petro le dé por realizarlo una vez al mes. Ese tipo de propuestas solo se le ocurren a alguien terco como él.

¿Qué derecho tiene de implementar el día sin carro ni moto, pasando por encima de los bogotanos, en una ciudad que tiene graves problemas de movilidad? ¿No será la ciudadanía la que a la larga se verá afectada?

Yo no sé si Petro no se ha dado cuenta de que en Bogotá no existe una cultura de ciudad ni de movilidad, y menos un transporte público adecuado para los ciudadanos. Si quiere incentivar el uso de la bicicleta, que él sea quien salga en ella a la calle y no con su ejército de escoltas en camionetas blindadas. Que, como mandatario de la capital, fortaleza la seguridad y construya vías adecuadas para que los ciudadanos se movilicen en bicicleta.

De esa manera bajaría la percepción de inseguridad, que el año pasado registró un 43 por ciento, según la encuesta de Percepción de Inseguridad y Victimización de la Cámara de Comercio de Bogotá. Y ni hablar de la seguridad en el Transmilenio, pues el 85 por ciento de ese mismo nicho de encuestados dijeron que no se sienten seguros en el que debería ser uno de los ejemplos en transporte público de Sur América.

Ojalá el alcalde, antes de decidirle arbitrariamente la vida a sus ciudadanos, recapacite, le consulte a los bogotanos temas como estos y deje de escudarse en su Bogotá Humana cuando se siente acorralado. Ojalá deje salir algo del congresista que alguna vez fue porque va terminando su mandato con tintes de tirano: ordena sin importar las consecuencias.

Entre comillas: dijo el senador Uribe en su cuenta de Twitter que “Santos todo lo compra, me califica de fascista. 29 páginas de contratos”. ¡Cómo es la vida! El presidente que enriqueció a sus hijos durante su gobierno ahora se explaya contra ONGs que contratan legalmente con el Estado.

 

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