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Permiso para matar

Por: Alexánder Bolívar (@alexbolivarf)

Una vez más vimos cómo en Colombia la intolerancia y la falta de respeto por la libre expresión, en este caso, de uno poder vestirse y ser como a uno le venga en gana, obviamente sin afectar a los demás, toman cada vez más fuerza en un país donde todos los días nos hablan de reconciliación, de perdón y de aceptar al otro tal y como es. Y, también, una vez más, vimos cómo la justicia colombiana nos sigue dando muestras de lo inútil y poco efectiva que es, dándonos razones para desconfiar cada vez más de ella.

Lo que pasó con el joven Alejandro Vargas, quien fue agredido brutalmente por dos personas hasta casi matarlo, pues le partieron la mandíbula en tres partes, le fracturaron el cráneo y le desplazaron una vértebra, es algo que para algunas autoridades «no fue tan grave porque no puso en riesgo la vida de la persona». Ah, claro, para que la justicia hubiese actuado bien ¿tendría que estar en coma esa persona? ¿Y si hubiera quedado en una silla de ruedas? ¿O cuadripléjico por algún golpe en la columna? ¿O tuvo que haber muerto para que «hubieran encontrado razones válidas para condenarlos»? Lo peor de todo esto es que según los antecedentes que tenemos en nuestro país, así la persona haya muerto en el instante, o en un hospital, o haya quedado en una silla de ruedas, el agresor o el culpable, sigue libre porque la justicia es tan incapaz que no puede judicializarlo y condenarlo pues siempre se encuentran fallas, que son demasiadas, en el sistema judicial que termina beneficiando al criminal.

Aunque el tema aquí es de justicia, no puedo dejar pasar por alto el hecho de satanizar la cultura punk de violentos y desadaptados que andan por la calle borrachos y drogados pateando a todo el que no les quiera dar una moneda o comprar una manilla, porque no es así. Yo he escuchado punk desde aproximadamente los 13 años, he ido a una gran cantidad de conciertos de este género, conozco punkeros que son excelentes personas, quienes utilizan la música, los libros, el grafiti e incluso su propia ropa, para expresar lo que sienten en contra del sistema y del establecimiento, sin necesidad de acudir a la violencia.

Entonces, aquí lo que pasa es que dos personas intolerantes, independiente de su gusto musical o ideología, que cometieron un crimen, haya o no haya sido bajo los efectos del alcohol o las drogas, están libres, y el agredido está de cirugía en cirugía tratando de recuperar su vida normal, que bien difícil la va a tener.

En Colombia hay permiso para matar, o al menos para golpear a alguien hasta casi matarlo con tal de que no «ponga en peligro su vida», pues la justicia es incapaz de actuar y condenar a estos personajes que sin importar si son metaleros, punkeros, skinheads, o sin alguna etiqueta urbana, cometieron un crimen, y tienen que pagar.

PD: aquí la historia de Eduardo Galeano de su libro «Los hijos de los días»:

Octubre 2

Este mundo enamorado de la muerte

Hoy, Día internacional de la no violencia, puede ser útil recordar una frase del general Dwight Eisenhower, que no era exactamente un militante pacifista. En 1953, siendo presidente de la nación que más dinero gasta en armas, reconoció:

Cada una de las armas fabricadas, cada buque de guerra que se echa a navegar, cada proyectil que se dispara, es un robo a los hambrientos que no tienen comida y a los desnutridos que no tienen abrigo.

 

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