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Obama y el ébola: lecciones de gobierno

Por: Andrés Preciado (@andrespreciado3)

Barack Obama tiene por estos días uno de sus peores momentos como presidente de Estados Unidos, particularmente por el bloqueo gubernamental al que se está viendo sometido y por la crisis internacional del ébola, sin demeritar lo caótico de los retos mundiales de seguridad ligados al denominado Estado Islámico.

Con un legislativo paquidérmico que impide muchas de las reformas que plantea, especialmente la posibilidad de una reforma migratoria, un obamacare que no funciona como se proyectaba y elecciones internas en las que en cada urna se juega el respaldo y prestigio de su partido, y el propio, Obama tiene más que problemas al interior de su país que le merecerían toda su atención. No obstante, ser el presidente del país más relevante del mundo tiene responsabilidades que exceden las fronteras nacionales, esto es evidente con los asuntos de seguridad orbital y, recientemente, con la crisis de salud desatada por el ébola.

En relación a esta última, Obama ha dado cátedra de cómo se debe ser un buen gobernante, uno de talla mundial. Ante una situación de angustia generalizada a raíz del ébola, que no es menor porque esta enfermedad literalmente puede borrar media población mundial, similar a lo ocurrido con la peste negra o la bubónica, Obama ha enfrentado la situación con gallardía y se ha hecho cargo directamente de llamar la atención sobre la necesidad de esfuerzos coordinados y urgentes para contrarrestar la avanzada de la enfermedad, esfuerzos de todo el sistema internacional que hasta ahora poco se han visto.

De hecho, Obama ha luchado contra la indiferencia europea al riesgo de contagio mundial, en esto el viejo continente ha mirado con desdén la enfermedad, casi sugiriendo que se trata de un problema de los estados africanos, incluso ante muestras de riesgo como los casos de contagio en España.

El gobierno norteamericano, conocedor del problema de salud pública al que nos enfrentamos, ha puesto sus esfuerzos y recursos al servicio del mundo, buscando que el avance y daño del ébola no se incrementen, evidentemente buscando que no llegue el contagio a su país, cosa que ya ocurrió, pero además en clara defensa de la situación en el hemisferio y el control de contagio en países en situación crítica.

Más allá de las imágenes de abrazos a personas que superaron el contagio, que son necesarios para la tranquilidad, el gobierno norteamericano, siempre visto como el villano mundial por su condición hegemónica, nuevamente demuestra que no tiene problema en hacer de papá global ante situaciones como las del ébola, mientras los países de Europa, incluidas sus potencias, se desentienden hasta que el contagio llegue a sus habitantes.

 

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