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Más allá de la simple técnica

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Esta semana terminé una de mis últimas clases de la universidad: Sociología Jurídica- estudiamos como el derecho influencia en la sociedad, y como esta influencia en la creación el derecho-, clase que para la basta mayoría de estudiantes de derecho es considerara un relleno, es decir, es una de esas materias que están en el plan de estudios sin una finalidad específica pues no tiene dentro de sus contenidos la parte dura del derecho.

Hace tres meses, sin lugar a dudas, yo era parte de esa basta mayoría, es más, consideraba una pérdida de tiempo ver en último año de universidad una materia con un contenido un poco difuso para quien quiere dedicarse al derecho. Tengo que confesar que al inicio fue muy dispendioso leer los documentos, asistir a las clases y poner atención a mi profesora, pues estaba bajo la premisa de estar perdiendo cada segundo de mi tiempo en aquel lugar.

Las cosas comenzaron a cambiar, y en efecto esta última clase fue especial. Mi profesora se veía realmente angustiada, hacia un clamor a nosotros sus estudiantes, y nos pedía: “no sean solo máquinas, o técnicos del derecho”; su preocupación por formar profesionales que trasciendan las fronteras de los códigos y las normas era evidente.

Me pregunté entonces por la naturaleza del trabajo de los abogados y sentí que fácilmente podemos caer en la tentación de volvernos técnicos, de ser simples aplicadores de una cantidad- verdaderamente grande- de normas y leyes que muchas veces carecen de sentido, carecen de justicia, y carecen de lógica para las circunstancias de la vida. El derecho y las normas deben ser examinadas con lupa, y con esto no pretendo desconocer la autoridad y la soberanía del Estado, pero si pretendo cuestionar la aplicación de ordenamiento jurídico porque sí.

Entendí entonces que no solo los abogados corremos el riesgo de ser máquinas, de ser simples aplicadores de conceptos sin sustancia, y que si no abrimos los ojos estamos en peligro de hacer simplemente lo que hay que hacer sin cuestionar en lo más mínimo el porqué de las cosas.

Decidí entonces hacer un grito de alarma al mundo con la misma preocupación y la misma ansiedad que mi profesora de Sociología Jurídica: no seamos máquinas aplicadores de conceptos, ¡no!, el ser humano debe ser consiente y del mismo consecuente en su actuar, solo así – creo yo- tiene sentido ejercer alguna profesión –la que sea- y trabajar para una causa, porque los hombres que no cuestionan pierden la capacidad de transformar el universo. Gracias profe.

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