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Lo que no se le ocurre a Roy Barreras

Por: Laura Gallego (@lauragallegom)

Me he preguntado en varias ocasiones sobre la ausencia de argumentos validos y razonables para exigirle al ciudadano reconocer y validar la precariedad de opciones, propuestas e ideas que no le hacen atractivo ejercer su derecho al voto. Me he cuestionado si valdría la pena negar los pilares, fines y elementos esenciales e innegociables del proceso democrático solo por satisfacer el capricho de nuestros honorables representantes, incapaces de comprometer los intereses y las convicciones más profundas de los individuos.

Mi respuesta a ésta y otras reflexiones ha sido la misma, fundada en los principios liberales que inspiran la democracia colombiana. Obligar el voto no es la respuesta ni la explicación a la desidia ciudadana frente al escenario político. El abstencionismo en Colombia no puede interpretarse como un asunto de falta de imposición normativa. De ser esa la respuesta sustancial, reducir la democracia a su elemento más instrumental es caer en la desgracia política que tanto le hemos criticado a los vecinos.

Esta semana vuelve a coger fuerza la idea que viene incubando Roy Barreras y otra serie de representantes hace años. En la comodidad de su ejercicio legislativo y en un absoluto esfuerzo argumentativo, que bien llamaría yo ingenuidad, el senador le ha pedido a los más de ocho millones de abstencionistas que por favor le ayuden a él y a sus colegas a mejorar la democracia y a limpiar las costumbres electores. Peor aún, que le ayuden a legitimar las instituciones colombianas. Una solicitud loable dirán algunos.

Lo que nuestro senador no sabe, definitivamente, es que al tratarse de un voto libre y voluntario consustancial a la democracia, la posibilidad de amenaza, coacción, restricción o influencia a su ejercicio activo o a su abstención niega no solo el carácter que se ha otorgado al voto mismo, sino especialmente el concepto de democracia que promueve la Constitución y los valores que esta instituye. Si bien el carácter de derecho y deber del voto le impone al Estado la responsabilidad de crear las condiciones necesarias para que el voto se materialice, dicha responsabilidad debe desarrollarse en condiciones de validez sin vulnerar principios y garantías constitucionales como el pluralismo democrático, la igualdad real y efectiva, y el goce de derechos, libertades y oportunidades, de modo tal que ninguna autoridad discrimine o elimine, en función del resultado la esencia misma de su ejercicio, esto es, el derecho que tiene el ciudadano de elegir entre varias opciones, ninguna opción o simplemente no elegir, guardando para sí las razones diversas o el contenido político que le explica.

Y si lo que nos preocupa son los 7.5 millones de colombianos que tendrán que votar a favor del referendo para la paz, ¿acaso dicho compromiso entorno a una oportunidad anhelada por generaciones no será capaz de movilizar la ciudadanía? ¿Qué tiene que pasar para que el ciudadano legitime este pasó y logremos el reconocimiento a una salida negociada del conflicto? El ciudadano ejercerá su derecho a favor cuando entienda que en esa elección se juegan asuntos importantes para él en tanto individuo y/o en tanto ciudadano. Si la paz no es un asunto trascendental, en algo estamos fallando nosotros como ciudadanos, y ustedes como políticos. Mi pregunta es: ¿será un asunto que entonces resuelve obligatoriedad del voto?

Ya lo decía, esta vez lo repito: ¿habrá mecanismos que le hagan más sencillo, más accesible, más equitativo, más interesante o atractivo al elector participar de las decisiones políticas de este país y que, en ese sentido, reten a las instituciones y a los actores de los escenarios de representación a competir y generar espacios de formación y deliberación pública, a cautivar su audiencia con mejores propuestas, a evitar el abstencionismo?

 

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