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La presencia estatal en El Mango

A propósito de lo sucedido en El Mango, vereda de Argelia (Cauca) ha hecho carrera en el mundo académico la utilización de la categoría weberiana de “descarga” para referirse a las situaciones de facto en las que el Estado sede ante instancias de gobierno privado indirecto (Mbembe) o ante agentes privados – que pueden ser o no ilegales – la regulación de actividades (Giraldo en el caso de la minería aurífera aluvial en el bajo cauca antioqueño) y territorios que por antonomasia se entendían bajo control y dominio estatal.

En el concepto original weberiano la descarga hace alusión a actividades u operaciones cuya ejecución recaían en el Estado de manera primigenia, pero que pasaron a manos de privados para satisfacer sus intereses particulares, muchas veces ilegales. De esto se entiende que dichas acciones fueron desarrolladas por el Estado en primera instancia, pero en algún momento este perdió su titularidad a manos de agentes privados que comenzaron a usufructuarlas más allá del interés general o en contravía directa del mismo.

¿Pero puede la descarga weberiana explicar situaciones de facto donde el Estado pierde más por su inexistencia que por su retiro, escenarios en donde un privado (legal o no) comienza a constituirse en Estado justamente ante su histórica falta de presencia? Piénsese por ejemplo en los casos de la selva amazónica colombiana (también aplicables a zonas de Guaviare o Guainía, incluso a algunos estados africanos, como bien lo relata Mbembe) o a lo ocurrido en El Mango en donde agentes particulares han establecido, donde han podido por asuntos naturales y de física infraestructura de transporte, mecanismos informales e ilegales de regulación de la vida privada, cobro de impuestos y protección violenta y ejercicio de la fuerza ¿puede señalarse que hay allí una descarga? Mi respuesta es no, no se configura un escenario de descarga en el sentido weberiano.

Tal negativa se centra en un asunto clave de la conceptualización de Weber que parece obviarse comúnmente: la descarga implica que el Estado desarrolló una actividad o ejerció autoridad en un lugar y posteriormente dejó de hacerlo, sea por su retiro o por su claudicación ante retadores privados. Pero eso no es equiparable a las zonas o acciones que el Estado, deliberadamente o no, nunca ejerció ni controló.

¿Cómo puede un Estado descargar, es decir, entregar, algo que no tuvo bajo su mando o dominio? En esos espacios vacíos que llegó a ocupar un tercero, privado y muchas veces ilegal, hay a lo sumo una cierta actitud predadora por parte de ese agente usurpador en la medida que se ubica en zonas límites o abandonas dentro de un Estado del cual usufructúa la protección de las fronteras nacionales y servicios generales como los de educación y salud. Incluso puede decirse que se constituye un protoestado al interior del Estado más grande que permitió la emergencia del tercero por su desidia u olvido. Pero claramente no hay una descarga ni deliberada ni involuntaria, simplemente porque el Estado no estuvo jamás presente, ni ejerció control alguno allí.

¿Cómo puede el Estado recuperar este dominio? La estrategia nacional se ha centrado (como fue en El Mango) en la retoma de los organismos de seguridad y justicia de las zonas perdidas ante el dominio de un tercero ilegal. Tal estrategia puede ser útil como propuesta de choque inicial para hacerse, por primera vez o recuperar, el ejercicio de autoridad legítima. Pero pensando en su mantenimiento no sirve de nada poblar con 300 policía un pequeño caserío si a su intervención no se le complementa con una estrategia más agresiva de servicios sociales como los educativos, nutricionales y de salud.

Si el Estado colombiano sigue pretendiendo retomar territorios de control ilegales únicamente con Policía y Ejército lo único que logrará es introducir a una zona de tensión un actor violento más que entra a terciar en la disputa por el control social, un actor novedoso que no tiene sustento histórico y que llega tarde a la pelea por la fidelidad de las comunidades.

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