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La otra Medellín que Aníbal Gaviria no ve

Por: Sebastián Díaz (@sebastiandiazlo)

Gobernar una ciudad como Medellín no es fácil: crisis de movilidad, narcotráfico, bandas delincuenciales y una ciudadanía que, en gracia de discusión, ya no traga entero. En muchas ocasiones el gobernante de turno, para tratar de hacer ver lo que ha hecho, cae en los vicios que apareja la vanidad del poder: dice que todo está bien, regaña a quienes le preguntan por lo que anda mal, muestra cifras positivas como si la ciudad fuera una bolsa de valores, besa a ancianos, carga niños, come en platos desechables para dejar esta imagen apresurada de “Yo estoy con ustedes y vean que somos iguales”. Pero es solo eso, vanidad.

Es difícil hablar mal de la propia casa y eso, por obvias razones, se repite en ciertos alcaldes que a pesar de querer hacer mucho como Aníbal Gaviria, aún los rodea cierta desidia para hablar de los problemas reales de su ciudad y para aceptarlos, porque aún piensan que tragamos entero.

La Medellín de hoy dista mucho de esa que el alcalde quiere mostrarle al país y vender en el exterior. Tenemos un gran problema de bandas criminales y la guerra entre los Urabeños (Autodefensas Gaitanistas de Colombia) y la Oficina del Valle de Aburrá se ha incrementado, pero más alarmante aun es que sea el mismo gobernante el que nos crea miopes.

Según los reiterados y alarmantes informes de Corpades, en Medellín hay 350 bandas criminales con más de 13000 personas vinculadas a ellas. Esas Autodefensas Gaitanistas de Colombia, o sea los Urabeños, el Clan Úsuga y los otros, son los mismos paramilitares que están libres y coleando luego de su desmovilización en la era Uribe, pero sin la ideología de que el que no comulgue con ellos es comunista y hay que asesinarlo. Su único interés es el dinero. Hoy el Estado no los reconoce como paramilitares porque estaría aceptando que el proceso de sometimiento paramilitar fue un fracaso, como en realidad fue, y le costaría un dinero largo que no se puede dar el lujo de repartir cuando se prepara para un acuerdo de paz con las FARC. Por eso, es más sencillo y rentable llamarlos ‘BACRIM’.

Los de la Oficina del Valle de Aburrá, ya no de Envigado porque desde hace mucho tiempo dejó de tener control solo en ese municipio, está formada por el mismo ADN que el de los Urabeños y sus eufemismos: ‘exparas’, narcotraficantes de bajo perfil que, al igual que sus otros colegas criminales, lo que quieren es el control territorial de las plazas de vicio, de los juegos de azar, de las redes de prostitución y, muy importante, del cobro de vacunas a comerciantes. Todo en su mayoría en el centro de la ciudad.

Lo cierto es que para ellos es más fácil dividirse el control de territorios y así ganan, y le hacen un favor al gobernante de turno, quien encarcelado en su propia ceguera dice que todo está bien, que “vean que las cosas están cambiando”. Verdades a medias.

Por eso fue que el presidente Juan Manuel Santos el fin de semana dijo que el plan de choque para combatir la microextorsión, el microtráfico, la minería ilegal, el hurto, el contrabando y el homicidio ha logrado reducir en un 25 % la criminalidad en once ciudades del país, entre ellas Medellín. ¡Cómo no! Vaya que a estas bandas les dé por guerrearse un territorio y pelear nuevamente con agresividad por sus convivir que dominan el centro de la ciudad, para que empiecen a flotar cadáveres en el río y los atentados con bombas y granadas le quiten nuevamente la tranquilidad los habitantes de la ciudad, como sucedió a mediados de este año.

Esos no fueron hechos aislados como dijo la Meval (Policía Metropolitana de Medellín); fue una guerra clandestina que se lleva al interior de las “Convivir”, como denunció Corpades en varios informes que la Alcaldía y la Policía ignoraron. (Ver informes).

En esa ciudad lo que ha habido es una connivencia, muchas veces inconsciente, entre el alcalde, Fuerza Pública y las bandas criminales, que ha convertido a los jefes de las bandas delincuenciales en los verdaderos gobernantes de la ciudad-.

Sería muy bueno que los aspirantes a la Alcaldía de Medellín desde este momento hagan a un lado la vanidad que no les permite aceptar -cuando están en el poder- que no todo va bien en su ciudad. Ya estamos cansados de que nos digan que los muertos que dejó ese petardo son un hecho aislado.

Entre comillas: dijo la canciller María Ángela Holguín luego de llegar enhorabuena a un acuerdo apresurado con Panamá después de la polémica por ingresarlo a la lista colombiana de paraísos fiscales, que “En general este tratado refuerza lo que buscamos y hemos trabajado en todos estos años con los vecinos y es cooperar en todos los temas”. Está bien que el presidente Santos esté preocupado por buscar el dinero para financiar los gastos del posconflicto, pero de ahí a hacerlo a las carreras…Bastante apresurada la decisión que tomó. Una espera de más para buscar esa cooperación no hubiera caído mal con un país en el que el año pasado la industria colombiana invirtió más de 3.200 millones de dólares.

 

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