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Elecciones y políticas públicas

Por: ANDRÉS FELIPE TOBÓN VILLLADA (@andfelltobon)

Quienes se han encargado de estudiar el tema de las Políticas Públicas como factor explicativo de la situación real de desarrollo de una sociedad determinada, reconocen la existencia de tres categorías, a saber: políticas públicas distributivas, redistributivas y regulativas. Esta categorización, según los teóricos, permite entender la dirección y utilidad política que quienes toman decisiones encuentran en la capacidad de dar respuestas públicas a problemáticas sociales.

Dentro de estas categorías, son las políticas públicas distributivas las que gozan de más acogida, tanto entre la clase política, como entre la clase gobernada. Estas consisten, simplemente, en el aprovechamiento de recursos públicos para la construcción o generación de obras que se vean y que permitan decir al ciudadano “Aquí están invertidos mis impuestos”. La política del cemento es, en este escenario, la pauta más clara para la invención de políticas públicas que, en últimas, quieran responder a la pregunta “¿Cómo me gasto la plata de todos, para que todos la veaninvertida y estén contentos?”.

El problema de las obras visibles no es, de ningún modo, las obras visibles. ¿Una ciudad necesita infraestructura? Por supuesto que la requiere. El problema ocurre cuando los gobernantes se contentan con construir y llenar de monumentos la ciudad – el departamento, el país- , pero no están dispuestos a enfrascarse en luchas dirigidas a la generación de cambios estructurales que solucionen el problema de fondo. Las otras dos categorías no pueden pensarse al margen, ni deben ser desechadas por su ineficiencia inmediata. Redistribuir y regular son, precisamente, labores con alto costo político que nuestros cobardes gobernantes y representantes no quieren asumir. Construir por construir no implica un costo real para el político que decide la construcción: a fin de cuentas no saca esa platica de su bolsillo. En cambio, darse la pelea para trasladar recursos de un lugar a otro, establecer límites al comportamiento de ciertas empresas y entidades, hacer reformas estructurales profundas que cambien el modo de funcionar del sistema, son escenarios en los que rara vez vemos a  quienes nos dicen representar.

El próximo fin de semana nos pondremos delante de la mesa electoral para definir quienes serán los representantes que se encargarán de materializar políticas públicas en nuestro país. La labor del Congreso, como sistema bicameral legislativo, consiste precisamente en ponderar y priorizar los asuntos sociales que requieren de una pronta y efectiva respuesta de los poderes públicos. Por eso, lo que viene adelante no es una decisión que pueda darse a la ligera.

Al tomar como referencia la última encuesta de intención de voto, realizada por El Tiempo y W Radio, aplicando los procedimientos de repartición de curules (por umbrales y cifra repartidora), puede suponerse un escenario esperado para lo que va a pasar el 9 de marzo. (Tales resultados los pueden encontrar en el link: http://realpolitikmundial.com/2014/03/05/proyeccion-senado-de-la-republica-de-colombia-2014/). Ahora, mi interés no está en la línea de hacer una apología de candidatos o, en su defecto, partidaria. Cada quien, como ciudadano con intereses propios y una idea particular de Sociedad, se acercará a las urnas para depositar su confianza en quienes ahora quieren representarnos. Tener como marco de referencia lo que pasaría hoy en caso tal de que las encuestas estuvieran en lo correcto, es una herramienta más para ayudarnos a tomar decisiones certeras.

Con todo, nuestro papel  es levantarnos temprano el domingo e ir a votar. Que luego, quedando quienes queden, seamos capaces como sociedad de exigir cambios estructurales. Que estemos dispuestos a dejar a un lado el maquillaje, y a empezar a preocuparnos por nuestro futuro como ciudadanos de un país que puede alcanzar el desarrollo.

P.S. En deuda eterna con la filosofía.

 

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