Bajolamanga.co

Publicado el Bajolamanga

Como ratas, como si no fueran seres humanos

Por: Isabel Gutiérrez (@IsaGutierrezR) y Santiago Tobón (@SantiagoTobon)

Las cárceles son una institución del sistema de justicia criminal diseñado para prevenir  la ocurrencia de delitos y sancionar a todos aquellos que no fueron disuadidos y efectivamente cometieron el ilícito. Teóricamente, esto ocurre principalmente por tres razones: i) ante la amenaza de estar en la cárcel, los criminales se disuaden del actuar delictivo (la disuasión);  ii) frente al hecho de estar en la cárcel, los criminales se encuentran incapacitados para cometer crímenes (la incapacitación); y iii) las cárceles tienen un papel restaurativo, y permiten rehabilitar para la sociedad a los criminales (la rehabilitación). Todos sabemos que estos mecanismos no siempre funcionan perfectamente, y que hay personas que no temen a la cárcel, personas que delinquen desde las cárceles y personas que desarrollan mayores habilidades criminales por estar en la cárcel. En esta columna presentamos algunas cifras sobre hacinamiento carcelario en Colombia. Pensamos que el trato hacia los internos que padecen en mayor medida esta situación, no permite que las cárceles cumplan con sus objetivos originales de política pública, y por el contrario, deriven en destrucción de capital humano y mayor incidencia del crimen.

Primero, el hacinamiento carcelario en Colombia era del 55% a julio de 2015. Esto significa que las cárceles tienen un nivel de ocupación del 55% por encima de su capacidad original. Tenemos 120.840 internos en cárceles con capacidad para ubicar 78.044. El sistema no sólo sufre de un alto nivel de hacinamiento, también es ineficiente. De 137 centros penitenciarios a cargo del INPEC, 128 se encuentran hacinados. Es decir, hay 9 cárceles que podrían (al menos como un paliativo) aliviar en algo el hacinamiento de 1.278 personas, en tanto son estos los cupos que se encuentran disponibles. Hay casos inhumanos: la cárcel de Riohacha tiene un hacinamiento del 478%, la de Santa Marta del 408%, la de Valledupar del 358%, la de Cali del 270% y la de Andes (Antioquia) del 240%. Entre éstas la cárcel de Cali es la más grande, con una capacidad de 1.667 internos. Allí habitan, si esta palabra aplica, 6.166 personas.

Segundo, una importante proporción del hacinamiento carcelario se explica por la inoperante justicia colombiana. Del total de internos, 76.829 han sido efectivamente condenados y los restantes 44.011 se encuentran sindicados, es decir, aún son procesados por la justicia. Digamos que en principio, existe un margen para un número elevado de sindicados que pudieran encontrarse en detención preventiva por alguna razón. Si un juicio durara en promedio 5 meses, este debería ser el número promedio de meses de detención de la población interna sindicada. No obstante, las cifras son alarmantes y mucho mayores. Entre la población sindicada, 23.569 internos llevan entre 0 y 10 meses en prisión, 9.671 llevan entre 11 y 20 meses, 5.100 internos llevan entre 21 y 30 meses, y 5.671 llevan más de 30 meses de prisión. Esto, sin duda, es inaceptable.

Finalmente, una forma de manifestación de los cuestionables resultados del sistema penitenciario son las cifras de reincidencia. Del total de internos con medida intramural, 12.891 son reincidentes. Esto representa el 10,7%. Si bien consideramos que las causas de la reincidencia requieren investigación más rigurosa, que uno de cada diez internos sea alguien que decidió incurrir en acciones delictivas luego de haber estado en una cárcel, es bastante diciente sobre las debilidades del sistema.

Concluimos esta columna destacando dos aspectos. Por una parte, las cifras sobre hacinamiento, el enorme número de procesados con juicios interminables que los mantienen en prisión y la alta tasa de reincidencia, llaman a gritos sobre un sistema de justicia criminal que fracasa. En este caso, los protagonistas son la justicia y el sistema penitenciario. Por otra, es lamentable que un supuesto Estado Social de Derecho, sea un violador sistemático, de primer orden, de los derechos humanos de los internos. Por ejemplo, que ocurra lo que observamos en la cárcel de Riohacha donde el espacio para un ser humano esté siendo ocupado por casi cinco es, en sí mismo, un atropello contra la dignidad. ¿Será que los culpables deberían ir ellos mismos a prisión?, tal vez así se disuadan de seguir dando ese inhumano trato a los internos. En esta columna hacemos un llamado a los ciudadanos, para que nos manifestemos en contra de las precarias condiciones de los reclusos, a que alcemos la voz y reclamemos los derechos que se les han negado. Las cárceles cada vez se construyen en lugares más alejados de las grandes ciudades, lo que no nos permite recordarlos con frecuencia.

Los invitamos a seguir Bajo La Manga en Twitter: @bajo_lamanga y a visitarnos en www.bajolamanga.co

Comentarios