Bajolamanga.co

Publicado el Bajolamanga

Coherencia política

Por: ANDRÉS FELIPE TOBÓN VILLADA (@tobonvillada)

Uno de los principales problemas electorales a los que se sujeta esta campaña presidencial es la ausencia de coherencia política. Si bien la política se caracteriza, precisamente, por la capacidad de jugar en bandos contrarios procurando no dejarse en evidencia como incoherente, el asunto en este caso no compete a los políticos -hábiles en estos asuntos- cuando sí a los electores.

Palabras más, palabras menos: de los candidatos se ha dicho lo suficiente. Los conocemos, sabemos quiénes son, sabemos qué han hecho unas campañas respecto de las otras. La indecisión política que caracteriza en este punto a muchos ciudadanos no está dada por desconocimiento, ni mucho menos, cuando sí por la incapacidad de mantenerse en una posición inicial acorde a sus principios. Muchos votarán por Zuluaga porque siguen creyendo que es una representación de Uribe; y otros muchos votarán por Santos para que no gane Zuluaga.

Ustedes, estimados lectores, espero que no se sientan atacados en estas palabras, pues la intención no va dirigida a ese escenario. Para muchos es bastante claro que mi voto será para Zuluaga, jamás para Santos; pero mi preocupación no está dada en el sentido de esperar que luego de leerme voten por mi candidato. Nada más lejano: simplemente quiero que voten el 15, y puedan dormir en la noche.

Hace cuatro años voté por Antanas Mockus en primera y segunda vuelta. No me gustaba ni me sigue gustando el candidato presidente. La ausencia de propuestas serias, que lograran poner en cuestión la estructura nacional; la incapacidad para transmitir un mensaje claro, rotundo; el dejo de desconfianza con que se construyó la campaña; fueron elementos que me incapacitaron para elegir a Santos. Cuatro años después me encuentro con el mismo candidato, y los sentimientos que me embargaban entonces, no han cambiado. Sin embargo, cuando voté por Mockus no lo hice para que Santos no ganara. Mi voto no fue un voto en contra, fue uno a favor. Veía en Mockus ese candidato que quería como presidente de mi país: un ser coherente, serio, con propuestas claras y estructurales (hablo del de entonces, no del de ahora).

Cuatro años de gobierno santista después, el asunto no se tornó solo sentimental: sino, y sobre todo, evaluativo. Elementos que me preocupan profundamente como ciudadano, que empiezan con la seguridad de mi familia, y pasan por asuntos estructurales que requieren de revolcones sociales, pasaron de largo en esta presidencia. Ni la educación, ni la justicia, ni la salud fueron epicentro de uno de los escenarios de accesible gobernabilidad más claros de la historia reciente colombiana. Por eso, cuando encuentro otros candidatos me doy cuenta de que no solo hay unos diferentes a Santos que cumplen con mis expectativas, sino que incluso fueron dos en su momento: Marta Lucía Ramírez y Óscar Iván Zuluaga. Candidatos con propuestas serias, como espero para mi país. Incluso reconocía en Clara López y Peñalosa, a pesar de mi lejanía en puntos -para mí- no negociables, excelentes candidatos.

Ahora en segunda vuelta tengo muy claro mi voto. Y estoy cansado de escuchar a quienes dicen que estoy eligiendo a Álvaro Uribe, que estoy reafirmando el paramilitarismo, que estoy burlándome de las víctimas. Y no solo estoy cansado por el hecho de que eso es absolutamente falso en virtud de lo que mi voto representa, sino por la incoherencia política que caracteriza a quienes me acusan de «guerrerista» y «rencoroso». Resulta que en vez de tener la coherencia de decir «voto en blanco» o «me abstengo», se van de cabezas a elegir al candidato por el que votaron en contra en primera vuelta, para que no gane un candidato que, dejémonos de bobadas, no está en el par a elegir.

La instrumentalización del voto es producto de la aceptación de las maquinarias. El voto es, ante todo, manifestación de la voluntad individual. Da cuenta de mi cercanía con uno u otro candidato, o de mi decepción política respecto a los que están en la baraja para elegir. Dejar que el voto en contra de un candidato sea el que prime en las elecciones, es permitirse parte de una maquinaria aceitada publicitariamente; es permitirse hacer parte de un proyecto político en el que no se cree, y sumergirse en el mundo de las justificaciones demagógicas. Si van a votar por Santos o Zuluaga, voten por Santos o Zuluaga. Si no les gusta ninguno, guarden coherencia.

 

Esta y otras columnas podrá leerlas en www.bajolamanga.co (@bajo_lamanga)

Comentarios