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Abad Colorado: cronista del desgarro

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A principios de mayo se lanzó el nuevo libro de fotografías de Jesús Abad Colorado, “Mirar de la vida profunda” editado por la curadora de arte Carolina Ponce de León, en el que se reúnen varias imágenes del fotógrafo, quien lleva 25 años amontonando testimonios gráficos del conflicto armado colombiano. Siendo testigo del horror, cada foto de Jesús Abad es una narración del descalabro humanitario de estos aciagos años de guerra. Después de mirar estas imágenes, no es necesario agregar ni un solo texto explicativo de sociología, política o psicología para entender que en Colombia llevamos 50 años sufriendo una demencia colectiva que parece no tener fin.

Un reguero de gente con ladrillos al hombro inunda las calles de Granada, en el Oriente Antioqueño, para reconstruir 250 casas destruidas por las Farc en una toma armada en la que murieron 23 personas; un Cristo sin brazos tirado en medio de las ruinas de una iglesia en Bojayá donde murieron 79 personas en medio de bombardeos; una telaraña de cruces y camándulas cuelgan del cuello de un militante de las AUC en Tierralta revelando que religión y guerra tampoco son antónimos; tres hombres juegan dominó mientras pasan a sus espaldas los féretros anónimos de alguna de las tantas masacres del Urabá Antioqueño.

En medio de estas imágenes de masacres, voladuras de torres, desplazamientos forzados, hombres armados y niños asustados, hay preguntas inevitables que surgen entre las páginas de esta recopilación de arte: ¿cómo es posible encontrar estética en un evento cruel como la guerra? ¿Es posible producir arte desde la guerra?

En 1931, la Comisión para la Literatura y las Artes de la Liga de las Naciones (pre Naciones Unidas) organizó un intercambio epistolar entre Einstein y Freud para pensar el tema de la guerra. Einstein empieza la correspondencia un año antes de que el nazismo se tomara el poder, con la pregunta: ¿Hay una manera de liberar a los seres humanos de la fatalidad de la guerra? La respuesta de Freud desde Viena, incluye una frase que siempre me ha llamado la atención: “La ignominia estética implícita en la guerra”. Para Freud la guerra es insoportable no solo por lo sistemático de su crueldad, sino porque es un hecho anti estético que va en contravía de los objetivos de la cultura.

No solo es posible producir arte a partir de la guerra, como lo ejemplifica el Guernica cuya importancia radica en parte en ser espejo de la destrucción de la guerra civil española, y como lo ejemplifica el lente de Abad Colorado en nuestro caso colombiano. La estética y el arte sí pueden transformar la guerra, ya que al ir de la mano de la cultura, logran transformar las pulsiones básicas y el instinto de muerte. Inclusive la vía artística puede ser una de las soluciones reales al descalabro y puede ser una vía para aminorar el dolor de la batalla. Además, el arte nacido de la guerra es la mejor forma de exponer, como lo demuestran las fotos de Abad Colorado, a manera de espejo, la vergüenza de nuestra propia ignorancia; son el reflejo de lo que nos hemos convertido, de ahí que sea imposible dejar de mirarlas.

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