Amor por Bogotá

Publicado el RicardoSaavedraSierra

¿ Por qué ya no queremos a Bogotá?

Porque no queremos a Bogota_resized_1

Ya sé. Muchos van a rasgarse las vestiduras y a grito herido dirán: ¡pero si nosotros adoramos nuestra ciudad! Mmmm y entonces: ¿por qué abundan los papeles en las calles?, ¿por qué son comunes las señales de tránsito rayadas?, ¿por qué los carros sobre los andenes hacen intransitable el paso a los peatones?, ¿por qué existen colados en Transmilenio y por qué aun persiste la ley del más atravesado en las vías? Bueno, tal vez porque en Bogotá hay más de un desencantado, descorazonado o despechado con nuestra ciudad. Despechado que a la primera oportunidad se irá con otra y que habla con evidente nostalgia de los tiempos en los que la cultura ciudadana comenzaba a asomarse en los comportamientos diarios de los ciudadanos(as). Gente desencantada que encuentra en hablar mal de ella, por todo y con todos, la única salida para aliviar el dolor en el pecho y el vacio en el estomago causado por su desamor por Bogotá.

¿Y quién soy yo para juzgarlos? Tal vez su amor por Bogotá comenzó a quebrarse cuando le tocó esperar más de media hora la ruta que le sirve en Transmilenio; su desencanto se agudizó cuando le robaron el celular en el Sitp; el amor se hizo más débil la noche que tuvo que pasar esperando atención en “urgencias” y termino rompiéndose en pedazos, cuando nos enteramos del robo multimillonario del ex – alcalde Moreno, varios “controvertidos empresarios” y algunos concejales participantes en el tristemente célebre carrusel de contratos en Bogotá.

Tantas situaciones diarias hacen parecer a Bogotá una gran jungla. Y en esta gran jungla de cemento y de fieras salvajes…como dice la canción, se pueden distinguir varias especies: una de las especies más comunes es la abeja. Esta especie busca sacar ventaja de toda situación. Se cuelan en Transmilenio, no pagan sus impuestos o venden turnos en las filas. Además se sienten orgullosos de su condición de “abejas”, porque son mucho más “vivos” que aquellos que si pagan, no evaden y respetan los turnos.

También están los marranos. Son comportamientos típicos de esta especie el creerse el  dueño de las vías, parquear sobre los andenes o botar basura desde la ventana del carro, el bus o la casa.

En nuestra jungla urbana también pululan los perezosos. Especie caracterizada por no separar los residuos, cruzar por la mitad de la calle, no denunciar robos o no salir a votar porque les da física mamera.

Hablemos ahora de los delfines. La frase favorita de esta especie es: ¿usted no sabe quién soy yo?, se caracterizan por su actitud prepotente y un cierto aire de superioridad sustentado equivocadamente en su apellido. El delfín suele participar en política en razón a que su papi, tío o padrino le heredó su caudal de incautos votantes.

También están las ratas. Especie que ante cualquier descuido lo puede dejar sin celular, billetera, bolsos, espejos del carro y en general cualquier objeto de valor. Se multiplican rápidamente y ahora están en Transmilenio, el Sitp, los barrios y en todas partes.

Pero la más peligrosa de todas las especies es sin duda el lagarto. Esta es una especie muy conocida en el medio político por transar tamales, pola, promesas de puestos o plata a cambio de votos. El lagarto ve en el presupuesto de nuestra ciudad, una gran oportunidad para enriquecerse a costa de los impuestos que usted y yo pagamos. Su principal fuente de alimento son las roscas, que ellos mismos arman con sus amigos y compinches. Aunque tiene dientes poderosos, prefiere cortar la tajada de los contratos con un serrucho, herramienta que maneja con gran habilidad.

¿Y qué tienen que ver los lagartos con el desamor por Bogotá? Pues bien, el lagarto hambriento de poder busca llegar a elegirse como sea y así beneficiar a los miembros de su rosca. Para poder ser elegido, no basa su campaña electoral en programas serios de gobierno, sino que logra atraer sus presas, los incautos votantes, con lechona, regalos e incentivos. ¿Tiene el lagarto dinero suficiente para costear este tipo de campañas basadas en el comercio de votos? No necesariamente. Por esto busca el apoyo económico de contratistas interesados en obtener tajada de la gran torta presupuestal de Bogotá. Una vez son elegidos, deben devolver el favorcito con otros favorcitos, como el favorecimiento para la entrega de contratos y puestos a quienes no son expertos técnicos, sino expertos electoreros. De ahí, a que muchas obras se abandonan y muchos puestos se convierten en puestos de corbata, que mucho cuestan pero poco hacen. Por eso es que no hay dinero que alcance para lo realmente necesario. De esta manera las calles se llenan de huecos, el Transmilenio se demora, los profesores son mal pagos, las citas médicas tardan y los espacios para educación y cultura son pocos para la gran demanda existente. En consecuencia, el ciudadano se decepciona de su ciudad y termina perdiendo el amor por ella.

¿Se han fijado que no he mencionado a Petro por ningún lado? He decidido hacerlo así, porque considero que su imagen genera apasionamientos tanto a favor como en contra. Siento sí, que el debate de la falta de amor por nuestra ciudad, es superior a cualquier persona por más que sea el alcalde de la misma.  A usted puede gustarle o no gustarle Petro, pero eso no es razón para que se cuele, ensucie, raye, insulte, no ceda la silla, cierre a otro carro, cruce por donde no debe, no salga a votar, venda su voto y en general todas esas actitudes que no dependen de quien sea el alcalde de turno, sino de una decisión personal e intransferible de contribuir con pequeñas acciones a que esta ciudad que es de todos – caleños, costeños, pastusos, paisas, extranjeros etc. – vuelva a ser la niña de los ojos de todos nosotros. Para así amarla, respetarla y cuidarla.

Cuando usted ama: cuida, no saca ventaja, se preocupa, defiende, comparte, se solidariza, concilia, respeta, hace su parte y pide a los demás que hagan la suya. Todo eso es amor por Bogotá.

www.amorporbogota.co

Para seguirme en twitter clic aquí  (@RicardoSavo)

Comentarios