A calzón quitao

Publicado el A calzón Quitao

Tres finales mas…turbadores

Y sí, hoy empezamos a escribir juntas. Hoy se reúnen mujeres de diferentes edades, diferentes pensamientos, diferentes creencias para plasmar por escrito todo lo que está en nuestra cabeza. Amigas que se conocieron porque el universo así lo quiso y que hoy empiezan esta aventura de desahogo y desapego por algunos temas, escribiendo cada una desde su experiencia. Y nuestro primer tema es…

MASTURBACIÓN

La masturbación es un término que a las mujeres nos incomoda, no porque no nos guste, no porque esté mal, simplemente no es algo que estemos acostumbradas a hablar y más si es de nosotras mismas. Crecimos en una cultura en donde los hombres y la masturbación es un tema tan natural que sabemos en qué etapa empiezan, hacemos chistes de mamás golpeando en la puerta del baño preguntándole a su hijo por qué se demora tanto; pero en mis 25 años jamás he escuchado a una mamá hacer chistes porque su hija se demoré en el baño o porque se encierra en su cuarto o por nada que esté sexualmente relacionado.

Para acabar un poco con este tabú aquí va mi experiencia… desde que la recuerdo. Yo no tengo ni idea cuando fue la primera vez que me masturbé o por lo menos no sabía que esa rica sensación que descubrí sentándome en la esquina de la silla y con el movimiento de lado a lado, era la masturbación. Para mí, en ese momento, no era nada sexual, era algo que me gustaba como bailar o pintar, se sentía bien, eso era todo.

La verdad no sé en qué momento supuse que era algo que debía esconder, pero también recuerdo que llegando a mi adolescencia entendí que ese momento debía ser uno de mis secretos mejor guardados.

En mi adolescencia vinieron las hormonas, las clases de educación sexual, los besos y las caricias. Entendí la diferencia entre la esquina de una silla y sentir un beso que te enciende por dentro. Esa fue una época de experimentación, no solo con otra persona, también conmigo misma, pase de la esquina de la silla a la esquina de la cama, al brazo del sofá, a sentarme con una almohada entre las piernas y otra gran cantidad de superficies. Y aunque suene raro mi experiencia nunca involucró poner mis dedos en mi vagina. Para mí, la gloria estaba en sentarme en diferentes superficies y mover las caderas hasta que sentía como se estremecía mi cuerpo, porque para ser sincera tampoco tengo ni idea cuando fue mi primer orgasmo.

Con los años y un poco más de acceso a internet llegaron los vídeos porno, ¡oh sorpresa! estas mujeres se masturbaban de una forma completamente diferente a lo que yo hacía. La verdad lo intenté un par de veces, pero nunca me gustó, no se sentía lo mismo, se sentía como que toda la presión estaba en ese lugar donde mis dedos entraban en contacto con mi vagina y era una incomodidad más cercana al dolor que al placer y ni hablemos de meterme los dedos… la primera vez que lo intenté yo ya había tenido relaciones sexuales, ya sabía de ese maravilloso punto G (para mi si existe) pero cuando intenté llegar a él por mis propios medios fue el fracaso más grande de todos, mis diminutas manos no llegaban, o no sabían por dónde o no lograban el ángulo, el ritmo o no sé, no tengo ni idea por qué, pero nunca he podido estimular mi punto G con mis propias manos. Así que volví a mi deliciosa esquina de la cama, esta me acompañó por muchos años.

Cuando tenía como 20 años compré mi primer vibrador. Fue una pequeña travesura con mi entonces novio. Era un vibrador rosado, liso, y el botón de encendido era un corazón, una perfecta mezcla de picardía y estilo. La primera vez que lo prendí duré unos 5 minutos analizando cómo funcionaba, cómo eran sus vibraciones y demás. Cuando lo puse por primera vez en mi vagina, salté, fue una sensación completamente extraña. Intenté introducirlo pero se sentía demasiado duro -y es que por más duro que esté un pene, nunca será tan duro como un vibrador-, después de varios intentos, de aprender, de mejorar la técnica encontré ese punto, ese momento y ese movimiento que me hacen perder la cabeza.

Con el tiempo busqué otro tipo de juguetes y el que más recomiendo es algo que yo llamo el “masajeador vaginal” su nombre oficial es todo un misterio para mí, es algo parecido a un micrófono, y la cabeza tiene diferentes intensidades de vibración, con este puedes masajear toda la parte externa de tu vagina. Este juguete te permite estimular el clítoris de una forma que a mí me vuelve loca y es de lejos mi orgasmo favorito. (Creo que me voy a tomar un descanso para revivir la experiencia hahaha).

Este ha sido mi esfuerzo por romper este tabú que no nos permite compartir experiencias como estas, quisiera vivir en una sociedad donde las mujeres podemos contar nuestras técnicas con las demás porque el conocimiento es para compartirlo. Además ¿quién no quiere vivir en un mundo con más y mejores orgasmos? #seValeSoñar.

Diversa

Wowwww, mi experiencia con la masturbación. Me llena de recuerdos y me lleva a una etapa de mi vida en donde, al igual que Diversa, no tenía ni idea de lo que esto significaba. Para mí la masturbación llega a los 9 años, una edad en la que empecé a sentir diferentes cosas y que, obviamente, me daba pena comentar con alguien porque creía que estaba enferma y que eso no estaba bien.

Recuerdo que me empecé a conocer, empecé a tocar mi cuerpo de pies a cabeza, empecé a sentir ese gusto por los niños y la intimidad que me llegaba a generar el pensar en un beso. Mi primera masturbación fue con mis dedos, jugando con mis primas a que teníamos novios y que nos quedamos a dormir con ellos. Sin que ellas se percataran, empecé a tocarme, empecé a mover mi dedo índice en mi clítoris, cada vez con mayor intensidad y llegué a sentir un corrientazo que recorría todo mi cuerpo.   

Estaba muy pequeña, la verdad me la pasaba jugando en la calle, montando bici y no me concentré en eso. Pensé que había sido una experiencia, que me había gustado pero que no trascendería pues no tenía ni idea de lo que había hecho por primera vez. Fui creciendo, tuve mi primer novio cuando cursaba quinto de primaria, se llamaba Rubén. Nuestros besos eran inocentes, eran picos que se daban y luego salíamos corriendo a contarles a nuestros amigos respectivos.

Estando en el colegio, a plena luz del día y con todos mis compañeros alrededor recuerdo que metí mi mano en el bolsillo de la falda y empecé a hacer los mismos movimientos que había hecho en la pasada oportunidad. Me volví a estremecer, asegurándome que nadie me estuviera viendo. Fue la segunda sensación que hizo pasar corriente en todo mi cuerpo y entonces pensé que algo estaba pasando en mí.

No quise investigar, no quise indagar simplemente lo volví a intentar en la tranquilidad de mi casa, de mi habitación. Quería seguir sintiendo eso que me hacía vibrar, que me trasportaba a otro mundo y que por 5 segundos era lo más feliz del día. Aunque nunca intente meterme los dedos, me daba miedo, no quería lastimarme y la verdad no le veía la necesidad.

Supe entonces lo que era la excitación, supe que lo que estaba experimentando era un nivel de clímax absurdo, que me gustaba, que lo disfrutaba y lo mejor de todo que era yo misma quien lo brindaba, que no necesitaba de nada ni de nadie, era yo.

Queriendo experimentar más cosas y con la necesidad de sentir más y más descubrí la pornografía. A escondidas, lejos de todo y todos, con miedo y respeto, tuve mi primera experiencia con el porno y me encantó. Y sí, me encanta el porno, soy voyerista, lo disfruto, disfruto masturbarme viendo videos de páginas “prohibidas”.

Aunque debo confesar que nunca me he metido nada, nunca he comprado un consolador, nunca me he atrevido a dar ese paso de penetrarme sola, por miedo, porque aún no veo la necesidad de llegar a ese punto, pero sí tuve encuentros sexuales con mis muñecos de peluche. Simplemente disfruto de mis dedos y del porno. Me concentro en lo que quiero sentir, imaginándome a quien yo quiera encima mío, haciendo todas las cosas que deseo, obteniendo placer.

En conclusión, y después de esta largar charlas con las chicas, decidí no darme latigazos por este tema –sí, lo hacía, me lo prohibía- entendí que la masturbación es un momento de nosotras, con nosotras y para nosotras. Que no nos debemos intimidar por lo que puedan pensar terceros, que nos debemos conocer y satisfacer nosotras mismas y que para sentir placer no necesitamos de un hombre.   

Ayelén

Cosquilleo

No es una modalidad de robo, mucho menos da risa, pero así pasó.

Escuchaba pasos en la casa, mi hermana mayor andaba por ahí y mi perro entraba y salía del cuarto.

Yo estaba sola en la habitación de mis papás, mirando algún programa de Nickelodeon, boca abajo recostada en mi conejito de peluche quien comenzó a bajar poco a poco a medida que yo sentía un cosquilleo en todo el cuerpo, hasta que llegó al medio de mis piernas y se quedó ahí un rato mientras yo me sentía tan extraña como excitada, esto era nuevo para mi.

Parecía que mi conejo no se podía quedar quieto, yo tampoco pude hacerlo, me movía de arriba a abajo para intentar calmarlo pero el miedo no me dejaba seguir, me levanté, cerré la puerta con seguro, le subí dos puntos al televisor y entonces solo éramos mi conejo y yo.

Claro que tenía miedo a un golpe en la puerta pero lo dejé a un lado y me sumergí en el cosquilleo que sentía en ese lugar de mi cuerpo aún inexplorado, que se hacía tan placentero como insoportable, hasta que llegar al final feliz.

Fue el comienzo de una rutina que con el paso del tiempo cambia volviéndose cada vez más interesante.

Tóxica

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