A calzón quitao

Publicado el A calzón Quitao

Hasta que… lo conocí

Prometí no enamorarme tan rápido, era una promesa que me había hecho una y otra vez cada día en la mañana. Dejar pasar el tiempo, sanar mis heridas y cuando estuviera preparada para volver a sentir, volver a entregarme, a ilusionarme lo haría. Pero en ocasiones esas promesas quedan en el aire, el mismo universo se encarga de entregarte y de poner en tu camino las personas que están destinadas para ti.

La vida te cambia en un segundo, hoy quiero hablar de ese momento, el momento en que llega alguien que tú no esperabas. Tenías otras prioridades y pensabas exclusivamente en tu futuro y de un momento a otro llegan a removerte de pies a cabeza, a hablarte al oído, a prometerte, a pintar tu mundo de colores, pero sobre todo llegan a quererte. Ahí simplemente te dejas ir, dejas que todo fluya, vuelves a confiar, vuelves a sentir, a sonreír, a vivir de modo diferente.

Pues sí, mi vida cambió en un abrir y cerrar de ojos. Estaba “disfrutando” mi soltería, rumbeaba cada ocho días, bebía lo que me pusieran al frente, salía a cenar, a cine, a tomar café y a mil planes más con quien yo quisiera. Y lo entrecomillo porque la verdad no sabría cómo definir la palabra disfrutar.

Pensaba que lo tenía todo, vivía sola, tenía un buen trabajo, no tenía obligaciones, rodeada de amigos, de pretendientes, de situaciones que a diario me hacían feliz; o por lo menos eso era lo que yo me hacía creer, insistiendo en llenar espacios con personas pasajeras, con rumbas que dejaban un mal guayabo y un sin sabor de querer tener otras cosas pues siempre me negaba el tener una relación estable, una sola persona con quién compartir mis días.

Y aunque de mi boca solo salían palabras de fiesta y felicidad, mi corazón se sentía apagado y deprimido por estar sola. Y en esa soledad pedía a gritos a la persona ideal y pues bien, llegó.

Entre mis afanes de seguir siendo “feliz”, me encontraba presentando una entrevista de trabajo, era de noche, y de repente salió él. Un hombre de más o menos 1.70 de estatura, llevaba un saco gris y pantalón negro, tenía puesto gafas y llevaba un maletín. No sabía quién rayos era, me sorprendió su seriedad, pues nos presentaron y él fue muy tosco. Ese fue el primer día que lo vi.

Pasó el tiempo, seguí con mi vida tranquilamente esperando una respuesta del tan anhelado trabajo. Recibí una llamada en donde me confirmaban que entraría a trabajar en este sitio. Parecía que todo empezaba a cambiar y que mis gritos desesperados al universo empezaban a dar frutos.

Empecé en octubre, en halloween, cuando todos estaban pensando en decorar y disfrazarse. Me adapté bien en el equipo de trabajo, en donde obviamente me reencontré con aquel sujeto que esa noche dio la vuelta y siguió su camino.

Me vine a enterar allí que él era casado, que tenía su matrimonio “perfecto” hacía cinco años y fue así como entendí que esa seriedad de esa noche tenía este motivo detrás. Pues bien, no le presté mucha atención porque nunca me han interesado los hombres casados.

Conocí a otra persona, que no hacía parte del grupo central en el que trabajaba pero si tenía mucho que ver con mi profesión. Salimos un par de veces, él era cristiano y un caballero, estaba pendiente de mí, me acompañaba, me apoyaba en cosas laborales y demás. Muy detallista, atento y sincero. Físicamente me gustaba pero era una persona muy pasiva, poco dinámica, no teníamos mucha química o pues eso pienso ya que nunca pasó nada, ni siquiera un pico nos dimos.

Yo lo sabía, eso se me notaba y mis amigos más cercanos me lo advirtieron siempre. Sin embargo, en mi afán de querer a alguien y que alguien me quisiera, lo estaba intentando con este “príncipe” que yo me había inventado.

Llegaba mi cumpleaños, la fecha más especial de todo el mundo mundial –para mí-. Es la única fecha que espero con ansiedad con un mes de anterioridad. Yo estaba feliz y dichosa, llamadas, regalos y festejos me esperaban y pues tenía una persona que iba a estar conmigo ese día.

Desde el día anterior empezaron los detalles. Mis flores favoritas en la puerta de mi casa, letreritos por todos lados deseándome lo mejor. Él se había encargado de sorprenderme enormemente desde esa noche. Al siguiente día me invitaría a cenar y me daría más sorpresas.

El tan esperado día tenía un evento por fuera de la oficina. Terminé a las cinco de la tarde y mis compañeros –incluyendo el casado- me invitaron a celebrar con ellos. Tenía la cena con el otro chico y le dije que me recogiera pero por cosas del destino, del universo o de quién quiera ser el responsable, nunca llegó. Y con mis compañeros resultamos en un sitio en el centro de la ciudad bailando y bebiendo, todo por celebrar mi cumpleaños.

Esa noche pude hablar con el muchacho que había despertado interés desde el comienzo en mí. Esa noche lo pude empezar a conocer, bailamos un par de canciones y ¡Diiiossss! Sí que me gustaba. Me enteré que se había divorciado porque… sí (De esto no quiero escribir), lo importante en ese momento es que estaba soltero. De igual manera, esa noche no pasó absolutamente nada, aunque me alegró escuchar eso tenía mis sospechas porque ya me había dicho lo mismo  varias veces.

Al siguiente día, todos teníamos un guayabo absurdo y el chico, el cristiano, me invitó a almorzar. Todo iba súper bien, hablamos bien, comimos tranquilos y de repente saca dos hojas de su bolsillo y me dice: esta era la otra sorpresa.

Eran dos pasajes a Cartagena para el fin de semana. Dos pasajes, el de él y el mío. La verdad no me lo esperaba, fue una sorpresa enorme y no supe que decir pero me puso a pensar muchisiiiimo.

La verdad, no sé qué pensó él para regalarme un tiquete aéreo para un sitio tan  romántico. No había pasado nada entre nosotros, no éramos novios, no éramos nada, simplemente dos adultos que se estaban conociendo y habían salido un par de veces.

Me sentí asfixiada, sentí que querían comprarme con detalles costosos, sentí que él se había equivocado conmigo, que quería algo de mí que no estaba dispuesta a dar (no solo estoy hablando de sexo). Me espantó, salí corriendo de esa relación, no le di explicación de nada simplemente dejé de hablarle y me esfumé.

Sé que deben estar pensando que era un simple regalo y que cualquier otra mujer lo hubiera disfrutado, pero creo que si quería viajar a un lugar romántico pero no con él. Todo se derrumbó dentro de mí, dentro de mí y esa relación quedó en el limbo.

Cuando se acabaron las cosas con el chico cristiano, empecé a salir con el divorciado (lo sé, fue muy pronto) Nuestra primera salida fue a cine, la película estaba en una función una hora después así que cenamos antes de entrar. Cuando íbamos a entrar, él había perdido las boletas de cine. Estaba tan nervioso –o eso es lo que él me dijo- que no se fijó donde las metió, las boletas nunca aparecieron. Esa noche pude comprobar que me estaba hablando en realidad, que se había divorciado.

Me sentí la mujer más feliz del mundo, por fin había llegado esa persona a llenar tu vida, no era una ilusión, no era pasajero, era él, aquel doctor que salía una noche con su maletín y sus gafas, muy puestecito y que sin mirar atrás, atrapó tu corazón de una manera inimaginable.  Esa noche todo cambió y hoy en día soy bendecida y afortunada porque está en mi vida.

 

 

 

 

 

 

 

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