El indómito Río Colorado corrió siempre con salvajismo, hasta que en un punto de la historia el humano quiso frenar su trayecto e imponerle sus propios límites, dando origen a una monumental represa que constituye una de las joyas más impresionantes de la ingeniería.
La construcción de esta represa responde a varias finalidades: acabar con las inundaciones provocadas por los desbordamientos, almacenar las aguas para el regadío de cultivos, y dar de beber a grandes ciudades como Los Angeles y Las Vegas.
El Cañón Negro fue el sitio elegido para levantar la enorme pared que taponaría al Colorado, entre los límites de Nevada y Arizona, a unos 50 kilómetros de Las Vegas. Fue así como a lo largo de cinco años se trabajaría sin sosiego en una empresa que cobraría la vida de más de cien personas. Para limpiar la cuenca sobre la que se edificaron los cimientos, lo primero consistió en desviar el río por medio de gigantescas tuberías. Después perforaron las paredes y las reforzaron con acero, y una vez excavados los restos y sedimentos, retirados los materiales y preparados los suelos, lo siguiente fue vaciar una cantidad de hormigón nunca antes usado, suficiente como para construir un camino de dos metros de ancho que pudiera darle la vuelta entera a la línea ecuatorial.
Tras imponerle al Colorado una pared de 200 metros de altura, las aguas llenaron el embalse y le dieron vida a un lago artificial conocido como Mead, en el que opera la central hidroeléctrica que desde hace más de setenta años le suministra energía al suroeste de EE.UU.
Sus creadores confiaron en que su obra sería eterna, o a lo menos esperaban que perdurara milenios, como ocurre con otras hazañas humanas que por su calidad e ingenio han sabido sobreponerse al paso del tiempo.
Fuente: disfrutalavegas.com / fierasdelaingenieria.com
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