300 GOTAS

Publicado el Bastián Baena

Hoy la lluvia es 100 veces más ácida que hace 200 años

Una lluvia ácida sugiere imágenes apocalípticas donde los suelos se saturarían con metales tóxicos que acabarían filtrándose hasta alcanzar las capas freáticas, donde los ríos acidificados atentarían contra la vida acuática y extinguirían a miles de especies, donde la vegetación recibiría los quemones directos sobre sus hojas y frutos devastados, y donde todo lo que permaneciera a la intemperie se desintegraría por efecto de la acidez.

Agua que nos queme y nos deforme la piel, que envenene las fuentes y que corroa los materiales con los que están construidos nuestros hogares, y donde incluso el mármol terminaría cediendo, como ya ocurrió en las regiones donde la lluvia alcanzó una acidez cercana a la de los cítricos.

La acidez de un líquido se determina a partir de una escala llamada pH, siendo 0 el estado más ácido y 14 el más alcalino. La lluvia casi siempre es ácida ya que se mezcla de forma natural con los óxidos que flotan en el aire. Sin embargo el incremento de la acidez se trata de un fenómeno ambiental consecuencia de la contaminación del aire.

El humo que expelen las chimeneas de las fábricas, las emisiones de gases vehiculares, los incendios forestales y la quema de combustibles generan gases nocivos que reaccionan al contacto con la humedad del aire. Así, el óxido de nitrógeno y el dióxido de azufre se transforman en ácido nítrico y sulfúrico respectivamente, depositándose en las nubes a la espera de desatar una tormenta de lluvia ácida.

A pesar de las implicaciones ecológicas, al tema no se le trata como una urgencia, y aunque hoy la lluvia sea 100 veces más ácida que hace 200 años. Nosotros podemos contribuir a estos impactos reduciendo al máximo las emisiones de gases nocivos, persiguiendo otras nuevas fuentes de energías alternativas, explorando, enterándonos, comprometiéndonos.

Today rain is 100 times more acidic than 200 years ago

Acid rain suggests apocalyptic imagery where soils would become saturated with toxic metals that end up seeping until reaching ground water; where acidified rivers would work against aquatic life and would extinct thousands of species; where vegetation would receive direct burns on leaves and fruits, devastating them; and where all that remained outdoors would disintegrate by the effect of acidity.

Water that burns us and deforms our skin, water that poisons all sources and corrodes the materials of our homes, and where even the marble would end up giving in, as happened in regions where rainfall reached an acidity close to that of citrus.

The acidity of a liquid is determined through a scale called pH, where 0 is the most acidic and 14 the most alkaline state. Rain is almost always acidic as it blends naturally with oxides floating in the air. However, the increase in acidity is a phenomenon caused by environmental air pollution.

Smoke expelled by factory chimneys, vehicle emissions, forest fires and the burning of fuels generate harmful gases that react on contact with moisture in the air. Thus, nitrogen oxide and sulfur dioxide are transformed into nitric and sulfuric acid, respectively, concentrating in clouds and waiting to unleash a storm of acid rain.

Despite ecological implications, the issue is not treated as an emergency, even when rain today is 100 times more acidic than 200 years ago. We can help reduce these impacts by minimizing our emissions of harmful gases, pursuing new sources of alternative energy, exploring, being informed, committing ourselves to the cause.

Fuente: lareserva.com / nationalgeographic.es

 

Fotografía: uberinterest.blogspot.com

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