Así controlé el cáncer

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¿USTED FUMA?

Joan Manuel Serrat  encendió varios cigarrillos, uno tras otro mientras pensaba en su amada. Miró al techo y pensó que algún día se plantearía seriamente dejar de fumar,  por la tos que lo sorprendía al levantarse.

Y llegó ese día. Arrojó con determinación la última colilla de forma tajante y definitiva.

Así, como quien regresa del más allá no olvida la fecha de su encuentro cercano con la muerte, de la misma forma, aquel que fumó, puede establecer el momento exacto de su última bocanada. El cantautor, recuerda con nitidez que fue el 2 de abril de 2001. Tres años más tarde, lo operarían de un carcinoma de vejiga.

El artista luego de la cirugía, soltó envalentonado una frase  optimista: “el cáncer podía acabar conmigo, pero no iba a ganarme”.

El pertinaz cangrejo  una década después, le obligaría a pronunciar una declaración más sensata: “yo he tenido tres cánceres: uno en el 2004, otro en el 2010 y otro en el 2013.  De todos, gracias a que la cirugía funciona, he salido no indemne, pero si aligerado de peso”.

En  el Teatro de la Universidad de Puerto Rico, una cálida noche con luna de  octubre, disfrutamos mi esposa y yo su “Antología desordenada”.  Cuando el cantautor  ahogado por la tos tuvo que interrumpir  su presentación, regresé al ingrato momento en que me dieron el diagnóstico de cáncer. El indolente médico después de arrugarme el cuerpo y el  alma, me preguntó: “¿usted fuma?”.

¡Los estragos del tabaco!, pensé. Serrat regresó al micrófono animado por los vítores de los asistentes. Con tristeza noté que ya no le veía como  el ídolo  de los años universitarios, sino como un paciente. Teníamos en común, los  hachazos corporales con  que la ciencia intentaba frenar  aquello que inició algún día el adictivo placer humeante.

Al finalizar la función nos dirigimos al camerino con la resuelta  intención de obsequiarle al compositor de “Lucía”,  el  libro testimonial, en donde narro mi relación con el insidioso cáncer. En un exceso de optimismo supuse que quizás podríamos intercambiar nuestras cuitas urológicas. Detrás de bambalinas hay otro mundo en donde los ídolos son inaccesibles. Dejé el ejemplar en manos de un indiferente ujier con la esperanza que el mismo llegara a buen destino.

En el concierto, al beber  el catalán un líquido transparente, alguien del público le grito: “¡salud!”.   Serrat le respondió: “tiene razón, no somos nada sin ella”.

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